Técnicas constructivas tradicionales en Albacete: la influencia del tratado arquitectónico de Vandelvira

En un momento en el que todo parece avanzar a contrarreloj, hay algo profundamente humano en detenerse a mirar cómo se construía antes. En Albacete, y en muchas otras zonas del sur peninsular, sobreviven trazas de un saber hacer que no solo era funcional, sino también profundamente respetuoso con el lugar. Muros gruesos, cubiertas bien…

En un momento en el que todo parece avanzar a contrarreloj, hay algo profundamente humano en detenerse a mirar cómo se construía antes.

En Albacete, y en muchas otras zonas del sur peninsular, sobreviven trazas de un saber hacer que no solo era funcional, sino también profundamente respetuoso con el lugar.

Muros gruesos, cubiertas bien orientadas, materiales sacados del propio suelo… una arquitectura que hablaba el idioma del territorio.

Cuando uno empieza a estudiar estas técnicas, tarde o temprano aparece un nombre que parece latir bajo muchas de esas decisiones constructivas: el arquitecto Vandelvira.

Aunque su obra más reconocida se sitúa en Úbeda o Baeza, su tratado arquitectónico, y la manera de entender la proporción, el ritmo y el sentido de cada trazo, ha influido en generaciones de canteros, alarifes y arquitectos que han trabajado en nuestra tierra. También en Albacete.

Este texto no pretende hacer arqueología, sino entender qué podemos aprender hoy de aquel modo de construir. Porque si escuchamos con atención, estas paredes antiguas todavía tienen mucho que decir.

¿Quién fue Vandelvira y por qué nos sigue hablando hoy?

Hablar de Andrés de Vandelvira es abrir una puerta al Renacimiento del sur peninsular. Fue un maestro cantero, un estudioso de la geometría y un arquitecto que dejó huella no solo con sus obras, sino con su manera de pensar la arquitectura: desde la proporción, la lógica constructiva y el diálogo con el material.

Aunque gran parte de su legado está vinculado a Jaén, Úbeda y Baeza, su influencia se extendió por todo el sureste, llegando también a Castilla-La Mancha.

El arquitecto Vandelvira, en Albacete, no es un nombre ausente: su forma de entender el ritmo de una fachada, la lógica del muro portante o la orientación de un edificio ha calado en generaciones de constructores y proyectistas que han trabajado en esta tierra.

Su tratado, aunque fragmentario, no es un documento muerto. Es una herramienta viva para quienes creemos que la arquitectura debe responder al entorno, al clima, a los recursos disponibles.

Su legado nos enseña a construir con sentido, con medida, con sobriedad. Y eso, hoy, sigue siendo profundamente contemporáneo.

Técnicas constructivas tradicionales en Albacete: saber hacer con sentido

Las técnicas tradicionales en Albacete no nacieron del capricho, sino de la necesidad. Durante siglos, se construyó con lo que había: tierra, cal, piedra, madera. Pero lo interesante no es solo el material, sino la inteligencia con la que se usaba.

El tapial, por ejemplo, era mucho más que tierra apisonada: ofrecía aislamiento térmico, regulación de la humedad y durabilidad con muy bajo coste energético. La mampostería irregular, combinada con cal, creaba muros macizos, con grosor y dignidad.

Las cubiertas inclinadas de teja curva, apoyadas en entramados de madera, respondían al clima y facilitaban el desagüe. Hasta el tamaño de los huecos estaba medido por el sol: no se abría una ventana si no había una razón.

Y si uno se detiene a observar, es fácil ver cómo esta lógica guarda relación directa con la que defendía el arquitecto Vandelvira: proporción, adecuación al uso, respeto al material.

Todo lo que hoy buscamos bajo etiquetas como “sostenibilidad” o “construcción consciente”, ya estaba allí. La diferencia es que antes se hacía sin necesidad de nombrarlo.

Estos sistemas constructivos son, en realidad, un legado que no deberíamos dejar desaparecer. No como reliquias, sino como herramientas para construir de otra manera. Más sencilla. Más sensata. Más humana.

¿Qué podemos aprender hoy de esta forma de construir?

Volver la vista a las técnicas tradicionales no es un ejercicio de nostalgia, sino de sentido común. Hoy que hablamos tanto de eficiencia, sostenibilidad o arquitectura bioclimática, resulta casi irónico descubrir que todo eso ya estaba, de forma natural, en la forma de construir de nuestros abuelos.

Construir con materiales del entorno, orientar según el sol, proteger los huecos, pensar en la durabilidad antes que en la estética aparente. Son principios que no necesitan una etiqueta verde, porque ya eran verdes desde el origen.

Desde nuestra manera de proyectar, hay mucho que aprender de ese legado. No para copiarlo, sino para entender su lógica y reinterpretarla con honestidad. Recuperar lo esencial: el espesor, la sombra, la inercia térmica, el ritmo… valores arquitectónicos que no pasan de moda.

Y aquí vuelve a aparecer la figura del arquitecto Vandelvira en Albacete, no como una referencia lejana, sino como alguien que supo mirar el territorio, leerlo, y traducirlo en proporciones, soluciones constructivas y belleza silenciosa.

Su influencia sigue ahí, cuando elegimos materiales con intención, cuando decidimos dejar un muro sin revestir, o cuando pensamos que menos puede ser mucho más.

La arquitectura como continuidad, no como ruptura

Cuando hablamos de técnicas constructivas tradicionales, no hablamos del pasado. Hablamos de continuidad. De una forma de construir que respeta el clima, el material, el tiempo y, sobre todo, a las personas que lo habitan.

Hoy tenemos acceso a nuevas herramientas, a nuevos sistemas, a soluciones más complejas. Pero muchas veces, lo que necesitamos no es más complejidad, sino más verdad. Volver a mirar lo que ya funcionaba, lo que llevaba siglos en pie por una razón. Recuperar esa lógica constructiva que no necesita artificios.

Como arquitecto que trabaja en Albacete, me resulta inevitable reconocer la influencia del pasado en cada decisión que tomo. No desde la imitación, sino desde el respeto. Y en ese diálogo silencioso entre lo que fue y lo que puede ser, el legado del arquitecto Vandelvira en Albacete sigue muy presente.

Porque construir no es solo levantar muros. Es continuar una historia. Y hacerlo con humildad.