En invierno a veces no es el frío; es el aire que no entiende de invitaciones. En verano tampoco es solo el sol; es el calor que encuentra huecos por los que colarse. La hermeticidad no se ve, pero se siente en la factura, en el ruido que baja cuando una ventana ajusta bien, en la humedad que deja de empañar los vidrios al amanecer.
Cuando rehabilito, me gusta empezar por ahí: por lo invisible que hace habitable una casa. Como arquitecto obra nueva y de rehabilitación, he aprendido que el confort no llega por un gesto heroico, sino por una suma de decisiones humildes y bien enlazadas.
Hermeticidad y HE: por qué importa en rehabilitación
Antes de hablar de números, conviene fijar el sentido: la hermeticidad es una pieza del bienestar cotidiano.
Cuando hablo de hermeticidad me refiero a la continuidad de una capa que impide el paso de aire no deseado a través de la envolvente: los encuentros entre muros y forjados, los perímetros de carpintería, los pasos de instalaciones, las cajas de persiana.
No es lo mismo que la estanqueidad al agua; aquí hablamos de aire. Si ese aire entra y sale por fisuras, la casa trabaja en nuestra contra: aumenta la demanda energética, se cuelan ruidos y polvo, aparecen corrientes y, a veces, condensaciones en puntos fríos. Una vivienda hermética no es una vivienda encerrada; es una vivienda que respira solo por donde debe.
Este principio encaja de forma natural con la sección HE del Código Técnico, que nos empuja a reducir demanda energética.
En obra nueva es evidente que el CTE premia las envolventes bien resueltas; en rehabilitación, en el parque existente de Albacete, su impacto se nota todavía más. La infiltración es un sumidero silencioso: roba energía y estabilidad térmica.
Por eso, antes de pensar en máquinas más grandes o aislamientos más gruesos, reviso si el aire está entrando y saliendo por donde quiere. La hermeticidad actúa como una costura invisible que recoge el tejido del proyecto y le da forma.
Y cuando esa costura empieza a funcionar, el resto del diseño se vuelve más razonable: menos potencia instalada, menos sobresaltos, más calma.
El blower door como herramienta de obra (no de laboratorio)
Medir nos saca de las suposiciones y nos coloca en la realidad.
El blower door es un ventilador calibrado que coloco en el hueco de una puerta. Sirve para poner la vivienda en depresión o sobrepresión y medir cuánto aire se cuela cuando existe una diferencia de presión.
Lo valioso no es solo el número que obtengo, sino la conversación que se abre con el edificio mientras el equipo funciona: el humo que muestra por dónde aspira, la mano que detecta un hilo de aire donde nadie lo esperaba, la cámara térmica que delata una línea fría.
En rehabilitación, organizo el trabajo en tres momentos: un pre-test temprano, cuando aún hay margen de maniobra; un test intermedio, con la capa de hermeticidad ya trazada pero antes de cerrar revestimientos; y un test final, que documenta el estado alcanzado y me ayuda a ajustar la ventilación.
No lo trato como un examen que se aprueba o se suspende, sino como una herramienta de obra. El ventilador me permite decidir con criterio: qué corregir primero, qué dejar para después, qué detalle no merece la pena abrir porque el beneficio será marginal.
Para un arquitecto obra nueva, el blower door confirma un diseño en condiciones controladas; en viviendas existentes, la gracia está en descubrir lo que el plano no sabía: el encuentro oculto, la junta que nunca se hizo, esa caja que siempre filtró.
Preparación sensata del ensayo: lo imprescindible y lo que estorba
La calidad del test se decide antes de encender el equipo.
Cuando preparo un blower door, reviso la casa como si fuera a dormir en ella esa noche. Cierro, sin violencia, todo lo que no debe participar en el ensayo: chimeneas con tiro directo, rejillas de ventilación que no forman parte de la envolvente, huecos provisionales de obra.
Compruebo que las ventanas cierren con su herraje activo, que los sifones conserven su sello, que la climatización esté apagada. Coordino con carpinterías e instalaciones para que nadie llegue tarde a su detalle:
Un premarco sin cinta o un tapajuntas con holgura pueden falsear el resultado y, lo que es peor, trasladar un problema a la fase donde ya no hay acceso. También defino roles:
- Quién asiste al operador.
- Quién registra.
- Quién corrige in situ si aparece una fuga evidente.
Este orden previo nos ahorra vueltas y, sobre todo, evita decisiones precipitadas.
Como arquitecto obra nueva, tiendo a tener todos los bordes bajo control desde el proyecto; en rehabilitación, cada borde es una historia que hay que reescribir con cuidado.
Por eso agradezco un pre-test temprano: porque muestra lo gordo cuando todavía podemos meter la mano sin romper lo que ya está bien.
n50 sin complicaciones: leer el número y entender la casa
El número no es para presumir; es para decidir.
El n50 indica cuántas veces se renueva el volumen de aire de la vivienda en una hora con una diferencia de presión de 50 pascales. Verás también ACH50; es la misma idea expresada como renovaciones por hora.
Me interesa especialmente en rehabilitación, no como meta abstracta sino como brújula que confirma si vamos en buena dirección. Si el n50 baja del pre-test al final, sé que las correcciones están funcionando.
No todos los edificios aceptan la misma continuidad; no todos los soportes admiten el mismo sistema. El número me ayuda a priorizar: dónde merece la pena volver, dónde ya podemos pasar página.
Hay quien aspira a estándares pasivos. Me parece un horizonte inspirador. Pero el verdadero éxito es coherente con la casa que tenemos y con su historia constructiva.
No se trata de perseguir una cifra heroica a cualquier precio, sino de detener las fugas que hoy están abriendo la puerta al disconfort.
Como arquitecto obra nueva, también recuerdo que el diseño no termina en el croquis: el n50 es un control de calidad de la ejecución, un diálogo entre lo que dibujamos y lo que verdaderamente construimos.
Diagnóstico de fugas: de la sospecha a la evidencia
Antes de corregir, hay que encontrar. Para eso bajo el ritmo y escucho la casa.
Con el ventilador en marcha y la vivienda en depresión, camino despacio con la mano abierta. El aire, si se cuela, se deja sentir. El humo trazador me enseña cómo una caja de persiana aspira una voluta que no debería.
La cámara térmica, cuando la diferencia de temperatura ayuda, delata una línea fría que recorre el encuentro entre muro y forjado; una toma de corriente a veces sopla como una pequeña chimenea.
En edificios de Albacete es frecuente que los pasos de instalaciones escondan un cañón de aire: un patinillo que nunca se cerró del todo, un bajante con holgura en el encuentro, un trasdosado con huecos detrás de un enchufe.
Recorro perímetros de carpinterías, remates de cubierta, dinteles, parteluces, encuentros con forjados, esquinas donde una pequeña fisura hace de túnel.
En paralelo, traduzco lo que veo en una hoja de ruta muy simple: registro el punto, describo la fuga, asigno una prioridad por impacto y tiempo. No busco culpables, busco continuidad.
Cada fuga que marco es una factura que baja y una estancia que se silencia. Y cada punto que desecho sin intervenir también es una decisión: si la mejora es marginal y el acceso costoso, prefiero dedicar energía a lo que sí transforma.
Medidas correctoras: membranas, cintas y sellantes que sí funcionan en rehabilitación
La corrección necesita criterio y respeto por el soporte.
No hay magia; hay sistemas bien elegidos. Cuando la fuga es lineal y el soporte es noble, una cinta de hermeticidad bien colocada es una pieza humilde que hace mucho: sigue perímetros de carpintería, recoge un encuentro muro-forjado, resuelve un solape sin exigir demasiada obra.
Si el soporte está heterogéneo o rugoso, una membrana líquida puede tejer la continuidad que falta, siempre respetando tiempos de secado y espesores. En pasos puntuales, prefiero sellantes elásticos que acepten el pequeño movimiento de la vida cotidiana.
Las cajas eléctricas agradecen cajas estancas; las cajas de persiana piden un tratamiento completo del cajón y de sus guías para que el aire deje de encontrar atajos.
La clave es la compatibilidad: ladrillo, yeso, hormigón o madera no aceptan igual los mismos productos. También manda la accesibilidad: si solo puedo intervenir por una cara, elijo un sistema que garantice continuidad desde ese lado.
Y, por supuesto, la durabilidad: no se trata de ganar el test, se trata de que ese sellado siga cumpliendo dentro de cinco, diez o quince años. Aquí la experiencia pesa. En la mochila de un arquitecto obra nueva caben muchos catálogos; en rehabilitación, además, caben historias:
- Qué agarró en un yeso blando.
- Qué cinta obedeció a la primera.
- Qué membrana resolvió una esquina conflictiva.
Hermético y saludable: ventilación mecánica y equilibrio higrotérmico
Cerrar filtraciones obliga a abrir una ventilación en serio.
Una casa bien sellada no es una casa encerrada; es una casa que respira como debe. Por eso, tras el blower door, ajusto la ventilación mecánica. Puede ser de simple flujo, extrayendo aire viciado y permitiendo la entrada por admisiones bien ubicadas, o de doble flujo con recuperación, aprovechando el calor del aire que sale para templar el que entra.
¿Qué gano? Calidad del aire interior, equilibrio de humedad y eficiencia. Ajusto caudales a la vida real de la vivienda; no busco valores de catálogo, busco una respiración tranquila.
Al controlar por dónde entra y sale el aire, evitamos depresiones absurdas, alejamos condensaciones en puntos fríos y sostenemos una humedad relativa que el cuerpo agradece.
En Albacete, donde el verano es seco y el invierno corta, ese equilibrio se nota enseguida: menos picos, menos sorpresas, más calma.
También aquí el blower door ayuda: las mismas bocas que mido para el ensayo me sirven para afinar compuertas y caudales.
Y si alguien teme que la hermeticidad le “quite oxígeno”, suelo explicarlo con sencillez: lo que eliminamos es el aire al azar; lo que diseñamos es el aire a favor. Como arquitecto obra nueva, aplico la misma lógica: sello con cuidado, ventilo con intención.
Caso breve en Albacete: de la fuga al flujo
Antes de las conclusiones, una micro-historia que resume el método.
Una vivienda de los años setenta junto al Paseo. Carpinterías mixtas, dos cajas de persiana especialmente charlatanas y un trasdosado que se separaba del forjado como quien no quiere la cosa.
El pre-test dio un n50 alto, tal y como intuíamos. No hicimos listas interminables; hicimos una vuelta serena.
- Sellamos pasos de instalaciones.
- Trabajamos el perímetro de carpinterías con cinta.
- Convertimos en continuo el encuentro muro-forjado con una membrana líquida.
- Y repasamos a conciencia las cajas de persiana con una solución integral del cajón y de sus guías.
El test intermedio ya mostró la bajada que esperábamos. No perseguimos una cifra heroica; perseguimos un silencio nuevo en el dormitorio y un salón que retuviera mejor la tarde de invierno.
Ajustamos después la ventilación, esta vez con un simple flujo bien equilibrado que evitó succionar por lugares raros. En el test final, el n50 confirmó la intuición: menos aire al azar, más aire a favor. Y la familia lo dijo con naturalidad: “la casa está más quieta”.
Plan de acción que sí cabe en una obra real
El plan es la traducción de la narrativa a tareas posibles.
Empiezo con una visita temprana y un pre-test. Con la casa hablándome a 50 pascales, trazo una hoja de correcciones priorizada por impacto y tiempo de ejecución. Coordino con carpinterías e instalaciones para que nadie llegue tarde a su detalle.
Vuelvo para el test intermedio, con la capa de hermeticidad ya ejecutada pero antes de cerrar. Si hay que corregir, lo hacemos cuando todavía no duele. Cierro con el test final y un ajuste de ventilación que deja a la vivienda lista para habitarse sin sobresaltos.
No prometo milagros; prometo un proceso claro y cercano, donde cada paso tiene sentido y cada decisión se toma a la vista de todos. Cuando un cliente me pide “algo rápido”, suelo responder con sinceridad: rápido es hacerlo bien a la primera.
Menos aire que se escapa, más calma que se queda
La despedida vuelve al principio: el confort vive en lo que no se ve.
La hermeticidad, bien entendida, no es un corsé; es una caricia. Sella lo que debe, prepara el blower door como una conversación, corrige con materiales que respetan la casa y el oficio, y abre la ventilación para que el aire vuelva a tener horario.
Si estáis en Albacete y queréis que caminemos vuestra vivienda con calma, traigo el ventilador y la libreta. Hacemos un pre-test, os dejo un plan accionable y acordamos cómo cerrar de verdad esa fuga que lleváis años intuyendo.
Si además buscáis un arquitecto obra nueva que no olvide que el hogar empieza por el aire, también me encontraréis al otro lado de la puerta. Porque al final, construir o rehabilitar es lo mismo: dar forma a una vida que merece estar bien arropada.
